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martes, 14 de enero de 2014

La verdadera magia de las cosas se encuentra en estar feliz cuando se supone que deberías estar triste. Y allí estaba yo, en aquella estación, con un nudo en el estómago por todas las emociones que había vivido en aquel lugar, al otro lado del cristal pero esta vez en un lado distinto. Mirando sin llorar, y esta vez sin miedo. Como tantas otras. Tarde de verano, de vuelta sola a casa, y su recuerdo sonriendo en la memoria, pasos lentos, horas largas. De vuelta a echar de menos lo que minutos antes cabía entre mis brazos, de vuelta a poner música demasiado alta para olvidar que su voz era la banda sonora de mis horas. Cae la noche y a la vez nuestros pasos nos llevan a caminos desconocidos, y me encontré otra vez en esa habitación de paredes rosas y recuerdos dulces, esa se cerraba detrás de ti. Necesitaba aquello, derrumbarme y levantarme al segundo, más fuerte que nunca, luchar, luchar hasta que el corazón lo permita, dejarme la piel.
Me han arañado el corazón más veces que el suelo las rodillas, y es justamente eso lo que me ha hecho ser lo que soy.