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lunes, 29 de abril de 2013

Nunca supe estar a tu altura.

Y si te marchas el domingo por la mañana esperaré ilusionada hasta la hora de irme a dormir tu llamada. El lunes tendré el móvil bien cerca para contestar tu llamada. Si no llega, el martes guardaré el móvil, en modo vibración, en mi bolsillo, esperando hora tras hora en las aulas que me vibre el bolsillo y se ruborizan mis mejillas. El miércoles pensaré que te has quedado sin saldo y antes de acostarme recordaré que eres de contrato. El jueves, al levantarme, dejaré el teléfono en casa, con la ilusión d volver tarde y encontrar tu nombre en el buzón de entrada. El viernes aprovecharé que tengo la tarde libre para acercarme a la tienda y decirles que no recibo algunas llamadas o mensajes. El sábado, el sábado hará una semana que llegaste y no me despegaré del móvil. Y el domingo me daré por vencida y romperé a llorar. El lunes me levantare pronto y te veré por la mañana, vendrás me sonreirás, me besarás y te marcharás. Luego, por la tarde, me llamarás y volverás y yo me callaré, me tragaré mis lágrimas del domingo por la noche y te dejaré volver sin más. A la semana siguiente aún esperaré tu llamada y cuando decidas volver te dejaré volver sin más, tragándome mis lágrimas, porque nunca tuve el valor para decir que no, para hacerme valer. Nunca supe estar a tu altura.



Frase del día: Tu sonrisa me enseño que había algo mas bonito que tus ojos

domingo, 28 de abril de 2013

Muñeca rota


Los finos y delicados nudillos de una bailarina de porcelana golpearon la puerta por, al menos, décima vez. Su voz asustada y débil clamaba al otro lado una respuesta, cualquier tipo de respuesta. Lloraba, humedeciendo sus rosadas mejillas.
Pero ella no quería responder. Bebía otro trago, ya no quemaba. No dolía: aliviaba. Ella se dejaba desvanecer en el silencio del pequeño cuarto de baño sin intención alguna de decir o hacer algo más que continuar muriéndose poco a poco ahogada en lágrimas de alcohol y cócteles de emociones. ¿Por qué nadie le avisó de que la realidad era tan dura?
Sus nudillos también eran finos y delicados, también ella era una bailarina. De piel pálida y suave, de piernas largas y hermosas, flexibles y capaces de dibujar sobre las notas de un piano. Estiró sus piernas tendida en el frío suelo en la penumbra de la noche. La luz de la iluminación pública que se colaba por la pequeña ventana perfilaba el contorno de sus zapatillas de ballet. Sus viejas zapatillas de la suerte.
"Vaya mierda de suerte" ahogó en otro trago. Se sentía tan atada como las cintas que rodeaban sus tobillos, tan atrapada como la rígida postura de su espalda. Tan harta, tan cansada. Tan rendida.
Y es que no era más que otra muñeca de entre tantas. Otra muñeca utilizada y desechada. Estaba al límite, ya no soportaba que jugaran con ella y sus ojos de cristal. Su corazón de porcelana no estaba hecho para juegos tan terribles como el amor.
¿De qué sirve tanta disciplina si ni siquiera puedes educar tus sentimientos, tus ilusiones, tus impulsos? Ni siquiera bailar la podría aliviar ahora. Ni siquiera podía bailar lo que ella necesitaba bailar. Quería ser libre, estaba harta de aquella prisión de cerámica. Ella sólo quiere gritar. Gritar o dejarse morir en la soledad y la oscuridad, sin atender a los gritos del otro lado de la puerta, donde sus compañeros temen por ella y por la función. Todos preocupados más por el qué dirán que por la estrella de la compañía. Todos como figuritas todavía por estrenar, con sus zapatillas de ballet, sus mallas y sus vestidos. Su maquillaje de fantasía y sus moños bien apretados.
Se dejó caer hacia atrás, soñando con titulares como "La muñeca que se rompió".
Afuera, la de los nudillos insistentes seguía intentando abrir aquella cerradura traicionera tras escuchar el cristal de una botella llena de penas romperse. Intentando abrirla con aceite de lágrimas como lubricante.
La encontraron inconsciente entre tules de princesa y pedazos de una luna de cristal. Sus rasgos eran como los de esa muñeca de porcelana de mejillas rosadas y labios color ciruela que todos los coleccionistas desean. Sus rizos dorados y perfectos sólo eran un espejismo. Todo el mundo lo sabía, pero siempre lo olvidaban: con la porcelana no se juega, es sumamente frágil.



Frase del día: Baila para la vida,
vive para bailar

Cuenta los te quieros que se quedaron en tus sabanas


Abrió los ojos. Se despertó casi como con resaca. ¿Casi? Tenía resaca. Se incorporó doliéndose de la cabeza con los ojos entrecerrados. Aquella luz era demasiado fuerte para esos ojos que no hacía mucho estaban obligados a mantenerse abiertos. Ella le decía siempre: "si los cierras, no veré nada". Le decía que eran su luz. ¿Y ahora? ¿Acaso ya no necesitaba luz? Quizá había encontrado otra luz. Otros ojos a los que mirar por las mañanas, otros labios a los que besar por las tardes y otro cuerpo al que abrazarse por las noches. Dolor de cabeza. Boca pastosa. En realidad no recordaba qué había pasado el día anterior. O mejor dicho, la noche anterior. Recuerda bien que ayer fue la última vez. Probablemente la última vez que la viera. Que la viera junto a él, despertar en su cama. En ese hueco al que ahora miraba. Sólo las arrugas de las sábanas podían engañar a ese espacio vacío. Ese espacio que nunca más podrá ser llenado. "Joder", dice en alto. Lo repite. Lo grita. Golpea el colchón. Voz desgarrada. Ojos cristalinos. Lágrimas aventureras. Quizá ya se haya arrepentido. Igual le ha dejado un mensaje. Pero no. Hubiera sido mejor no comprobarlo siquiera. Casilla de mensajes: vacía. Igual de vacía que su vida a partir de ahora. Sin ella. Sólo quedan los mensajes antiguos. Te quieros ya olvidados. Los recuerdos resultan insuficientes, sabe que ya no la tendrá jamás.
Ahora pasa los días contando los te quieros que se quedaron
Perdidos entre las arrugas de las sábanas.



Frase del día: La posibilidad de realizar un sueño es lo que 
hace que la vida sea interesante.

Cold November VII*

Domingo. Domingo es mi favorita. Es la más poética de las siete. Sin saber muy bien cómo ni por qué, ayer por la mañana me levanté muy temprano (para lo que suelo) e instintivamente cogí mi libreta y me puse a escribir. Dejé la mente en blanco, puse de fondo la instrumental de Apollo Brown, y me dejé llevar. A las dos horas ya la tenía escrita y grabada. Pura inspiración, si es que la palabra no se me queda grande. Y creo que no hay mejor forma de despedirse que esa. Un puro yo. Domingo. Hasta siempre.




sábado, 27 de abril de 2013

Cold November VI*



Sábado. Sábado es una colaboración que hice hace un tiempo con Fab. No hay mucho más que decir sobre esta canción. Sencillamente, los juegos de palabras y los versos entrelazados son solo parte del dejarse llevar. Como decimos, una noche tranquila sorprendió la inspiración...




viernes, 26 de abril de 2013

Cold November V*


Viernes. Viernes fue el adelanto. Llamado anteriormente Vámonos. También está producido por mí y la introducción es parte de Enemigos Públicos. La idea es enfocar la huida, esa tan filmada en hollywood, dos enamorados que huyen de todo. Como si no fuese cierto que en todos los lugares hay algo por lo que huir. Lo que quiero con esta canción es que cada vez que alguien diga (o que vosotros mismos lo penséis) "el mundo es un pañuelo", vosotros lo completéis. Pues el mundo era un pañuelo antes de ser tus ojos. Me refiero...



jueves, 25 de abril de 2013

Cold November IV*


Jueves. La voz de Borges, que soñó que se moría, me acompaña en el estribillo. Esta canción tiene un poco de todo, tiene un poco de efecto mariposa y de paso doble. Frases que sacaría sin dudarlo de contexto, enormes reflexiones pequeñitas. Todo ello un totum rovolutum sobre una instrumental producida por mí.




miércoles, 24 de abril de 2013

Cold November III*


Miércoles. Miércoles está producida por Miguel, un compañero mío de clase. De oído magnético y piano exacto, tejió el camino que nunca llega a Texas. Recordaréis la película París, Texas. Basada en él.


martes, 23 de abril de 2013

Cold November II*


Martes. Martes es la canción más Borgiana. Producida por mí, la escribí después de leer uno de sus libros de relatos y su influencia queda patente. La historia es sencilla, un tipo (yo) que se inventa su pasado. Una reflexión sobre el recuerdo, el olvido, lo que es realmente cierto y no lo es. ¿O acaso hay alguna diferencia entre recordar algo que ha pasado y algo que no ha pasado jamás?




lunes, 22 de abril de 2013

Cold November*


Estos días os muestro siete canciones, una por cada día de la semana. ¿Una por cada pecado? Capital. Por si el pecado se convierte en patria. Ya me estoy yendo por las ramas. El caso es que intentaré diseccionar sucintamente (y trataré de no mancharlo todo) cada una de las canciones para que podáis ver lo que se esconde detrás. Aunque por supuesto cada puede (debe) abrirlas a la mitad como se abriría una cabeza y meterle dentro lo que quiere que cuente. Empiezo:

Lunes.  Lunes nace de la intención de crear un sistema de mujeres con sus múltiples incógnitas (¿Cuántas?). Mil gemelas son muchas, es solo una exageración. En el tema del martes hago referencia a las mil gemelas de la luna, viene a ser parecido, sin embargo luna solo hay una. Hay tres partes, y cada una empieza con las mil gemelas en una posición concreta. Imagínense la situación. Tú y tus miles de gemelas ahí y yo enfrente, solo, teniendo que decirte todo lo que me pasa por la cabeza. De eso se trata. Ah, sí, el estribillo es el momento en el que el protagonista besa a la chica.





Hay un lugar cerca de Texas


Hay un lugar cerca de Texas (o es en el mismo Texas, no lo sé), donde hay algo que, según dicen, se parece a la felicidad. Se llega en un coche viejo, aunque también sirve una furgoneta vieja, o un camión viejo, o un autobús igual de viejo que los anteriores. Lo conduce una mujer con el pelo largo, mojado (aún), y que huele a una de esas cantimploras de colores que venden en los quioscos por veinte céntimos. En la radio suena Neil Young, o Bob Dylan, o algún (viejo) blusero como Robert Johnson o Muddy Waters. El auto, se me olvidaba, es de color rojo, descapotable si es posible, con la tapicería ardiendo y una toalla encima del salpicadero. En el asiento de atrás hay dos sacos mal atados, algunas mantas, bolsas de patatas sin terminar y dos garrafas: una de gasolina y otra de agua, aunque no se sabe muy bien cuál es cuál. Ella, la conductora, canta esas (viejas) canciones mientras clava sin quererlo las uñas en el volante. Tú la buscas, desde el asiento del copiloto, entre los matorrales que se van quedando atrás. El sol, en el horizonte, parece querer deciros algo, al menos os mira a la cara. El reloj del carro no funciona, la radio mezcla chispas con guitarras, la carretera lleva años deshaciéndose en espejismos. La felicidad anda cerca, se nota, pero más cerca anda la noche.

jueves, 18 de abril de 2013

¡Mátame, lo estoy deseando!

Se ríe y escupe un trago de sangre al suelo. Malherido, John mira a Darel y consigué ponerse derecho para mirarle por encima del hombro.

-Venga ¡Vamos! Pégame... Lo estas deseando -Vuelve a sonreír- ¿Que vas a conseguir con eso? Ella me prefiere a mí, no hay más que hablar. Si, te engañaba conmigo durante todos estos meses y no te has dado ni cuenta... -Se rió- ¡Eres un ingenuo! ¿Acaso creías que tus musculitos iban a servir para que ella no se alejara de ti? Helen me pertenece. Le doy lo que tú no puedes darle

Darel, ciego de ira, le tira al suelo de otro puñetazo

-¡Cállate!
-¡Sabes que es verdad! ¡Mira! -se baja el cuello de su camisa y le deja ver una marca de carmín rojo- Acabo de estar con ella... -Darel no entiende por qué, pero su voz se ha ido apagando en esa última frase- Esa Diosa es mucha mujer para ti -Y acaba susurrando un-: ¡Mátame!... Lo estoy deseando

(Pobres idiotas, que se pelean por ella. No son los primeros en hacerlo, ni serán los últimos. ¿El final de esta historia? Trágico, como todo lo que rodea a Helen. Pero los valientes ya lo saben antes de apostar con ella: Helen juega a juegos peligrosos. Y como Diosa puede causar daños irreparables)





Frase del día: No busques la vida perfecta,
disfruta de los momentos en que la felicidad parece dibujarse.

lunes, 15 de abril de 2013


El humo y el alcohol intentaban ahogar sus pensamientos, sus sentimientos. Pero eran demasiado fuertes como para acabar con ellos tan fácilmente, ni siquiera las lujuriosas manos de la joven que perdía su pintalabios sobre su cuello era capaz de dejarlos en un segundo plano. Su mirada perdida en el horizonte, y las intrépidas manos de la muchacha que desabrocha su camisa. Él está como ausente, y a ella parece no importarle. Por supuesto, ¿por qué le iba a importar? No es ella. Ni de lejos se parece a ella. No podría igualar sus delicadas manos, tan suaves y agradables. No podría igualar jamás sus labios, adictivos como la más  potente de las drogas, capaces de hacerle perder la cabeza, la sensación de existir, capaces de hacerle sentir como la nada y como el todo al mismo tiempo. No podría conseguir nunca decir todo con una mirada, que con cerrar los ojos la luz se apagase, que con abrirlos le cegase. Nunca nadie podría ser como ella. Pero ya no tenía nada que hacer, sólo intentar olvidarla.
Ella quería a otro hombre, ella le amaba y él lo entendía perfectamente. Y se maldice por ello, intentando destruir el recuerdo de lo que fue el día en el que le presentó a su mejor amigo la mujer que amaba, la que había amado desde siempre. Cierra los ojos, intentando negar todo lo que cruza su mente como si de una carrera de metros lisos se tratase. Y se deshace de la muchacha sin mucho cuidado, casi empujándola hacia un lado, levantándose de repente y sin dar ninguna explicación. Se abrocha la camisa, ese no es el modo de olvidarla. Aunque por otro lado, duda encontrar otro. Será que no podrá conseguirlo, no podrá sacársela de la cabeza y vivirá sabiendo que su mejor amigo era el único al que ella quería.
Le duele el corazón, le duelen las entrañas, le duelen los pensamientos y los recuerdos. Se pone el abrigo, y sale a la calle sin esperar el impacto del frío sobre sus rosadas mejillas. Una densa y extremadamente húmeda niebla le espera, encerrándolo entre sus finas y condensadas gotas que le impiden ver un final o un principio en todo esto, ocultándole a los ojos de cualquiera que pase por las proximidades, ocultándole a él también ver la luz en su angosto mundo. Camina sin rumbo, qué rumbo iba a tomar si no sabe siquiera dónde coloca su pie. Conserva las manos en los bolsillos y hace ya bastante que ha dejado de escuchar el sonido del tráfico, bastante ya que ha dejado de notar la sensación de las paredes rodeándolo  bastante ya que no pisaba asfalto, que caminaba por tierra empapada, por casi barro, una compacta masa de hojas secas casi descompuestas y quién sabe cuántos insectos.
Era lo mejor, perderse donde nadie le buscaría nunca, para que no le encontraran, para no tener que recordar ni ver, para no tener que sufrir más. No veía nada, era lo mejor. Prefería cerrar los ojos para siempre en vez de vivir sabiendo que ella jamás estará con él, vivir sabiendo que no tendría nada porque su todo tenía otro dueño.







Frase del día: No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes

martes, 9 de abril de 2013

Se avecina tormenta


Hoy ha sonado esta canción y me ha taladrado, encima, la cantabas tú...Un día dices adiós y no te das cuenta de que es el último. Las calles de Barcelona ya no van a ser lo mismo, ni sus esquinas, ni las esquinas de mi cuerpo. Gracias por ayudarme a superar estos 417 km, por darme estos 223 días y los besos los cuales no he contado. Ojalá sigan habiendo fotos en tus retinas, pelos en tus calcetines, que te acuerdes de mi cada vez que te subas a un autobús, cada vez que veas alguna de esas películas o escuches alguna de esas canciones. Necesito ahogar estos recuerdos en el café de mis mañanas, en la saliva de mi boca, en las lágrimas que andan ausentes. Deja de sonar, deja de oler, deja de estar sin estar. Esto me pasa por pedirle lo eterno a alguien que no supo ser inmortal.

Se avecina tormenta...





Frase del día: El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.

lunes, 8 de abril de 2013

Un lugar mágico


El sol comenzaba a bajar en la línea del horizonte, dejando un cielo de tonos pálidos y tenues que no transmitían más que tranquilidad. Respiró hondo ella mientras el viento se dedicó no sólo a jugar a correr entre las montañas, sino entre todos y cada uno de sus cabellos, suelos, brillantes y preciosos. Él la observaba sentado junto a ella, pero ella ni siquiera se daba cuenta de ello.
Desde el muelle podían escuchar las voces de sus amigos a lo lejos, apostarse alguna estupidez y lanzarse al agua en la orilla, lanzando con la ropa incluso a aquellos que no quisieran bañarse a una hora ya tan avanzada del día, con la noche al torcer la esquina y el frío comenzando a envolverlos.
Ella continuaba con la mirada clavada en el horizonte, sin perder de vista la línea perfecta que los árboles de la otra orilla formaban, deleitándose con los colores de sus hojas, rojas, naranjas, amarillas, cálidas y otoñales. Él sonreía sin dejar de mirarla, hasta que por fin ella se dio cuenta de que estaba siendo observada. Le miró por el rabillo de sus ojos y ninguno de los dos pudieron evitar reventar en una gran carcajada que dejaba patente lo bien que se sentían el uno junto al otro.
Un par de bromas, y más carcajadas, la mirada de nuevo al frente, y suspiros profundos acompañados de reflexiones sobre un futuro más o menos lejano en el que ellos dos son lo importante. Sus piernas cuelgan por el muelle sin llegar a sumergirse en las gélidas y cristalinas aguas de aquel lago que no tardaría muchos meses en volver a helarse, como cada invierno. Sus brazos soportaban todo su peso a sus espaldas y casi como si tomara el sol, cerró los ojos y estiró su cuello, elevando su barbilla y dejando que la esencia de la naturaleza, de la libertad del aire libre, se impregnase en su piel.
Él se dejó caer hacia atrás, adquiriendo una posición totalmente horizontal sobre las desiguales tablas que conformaban aquella pasarela sin destino alguno, tan sólo el centro de un lago que se llenaba en la época del deshielo de un líquido transparente y mágico. Agua pura y fría, en la que si te sumergías, eras otro. ¿Eso era lo que les había pasado a ellos? Al sumergirse... ¿Habían cambiado y se habían enamorado?
Dejó escapar una leve risotada casi contenida que llamó la atención de la muchacha, que se giró dedicándole una mirada divertida y a la vez interrogadora. Él se limitó a poner sus manos tras su cabeza y negar con la cabeza y sus ojos entornados, restándole importancia al asunto. Pero ella era una chica curiosa y cabezota. Eso era lo que le gustaba de ella. Así que era de esperar que se interesase al instante en lo que le pasara por la cabeza.
— En lo que a mí respecta, este lago me ha dado una razón por la que vivir.
Ella miró al frente, admiró el lugar en su totalidad. Tan maravilloso, espiritual, bello, espectacular, increíble, auténtico.
— Un lugar precioso -dijo.
— Un lugar mágico -contestó él, ella sonrió, y él añadió-, pero no me refería a eso.
Ella le volvió a mirar, confusa.
— Te quiero -se limitó a decir, y ella comprendió.
Lo mejor de todo era que ambos compartían esa sensación.




Frase del día: Perqueños toques 
hacen grandes rasgos.

miércoles, 3 de abril de 2013


El sol comenzaba a bajar en la línea del horizonte, dejando un cielo de tonos pálidos y tenues que no transmitían más que tranquilidad. Respiró hondo ella mientras el viento se dedicó no sólo a jugar a correr entre las montañas, sino entre todos y cada uno de sus cabellos, suelos, brillantes y preciosos. Él la observaba sentado junto a ella, pero ella ni siquiera se daba cuenta de ello.
Desde el muelle podían escuchar las voces de sus amigos a lo lejos, apostarse alguna estupidez y lanzarse al agua en la orilla, lanzando con la ropa incluso a aquellos que no quisieran bañarse a una hora ya tan avanzada del día, con la noche al torcer la esquina y el frío comenzando a envolverlos.
Ella continuaba con la mirada clavada en el horizonte, sin perder de vista la línea perfecta que los árboles de la otra orilla formaban, deleitándose con los colores de sus hojas, rojas, naranjas, amarillas, cálidas y otoñales. Él sonreía sin dejar de mirarla, hasta que por fin ella se dio cuenta de que estaba siendo observada. Le miró por el rabillo de sus ojos y ninguno de los dos pudieron evitar reventar en una gran carcajada que dejaba patente lo bien que se sentían el uno junto al otro.
Un par de bromas, y más carcajadas, la mirada de nuevo al frente, y suspiros profundos acompañados de reflexiones sobre un futuro más o menos lejano en el que ellos dos son lo importante. Sus piernas cuelgan por el muelle sin llegar a sumergirse en las gélidas y cristalinas aguas de aquel lago que no tardaría muchos meses en volver a helarse, como cada invierno. Sus brazos soportaban todo su peso a sus espaldas y casi como si tomara el sol, cerró los ojos y estiró su cuello, elevando su barbilla y dejando que la esencia de la naturaleza, de la libertad del aire libre, se impregnase en su piel.
Él se dejó caer hacia atrás, adquiriendo una posición totalmente horizontal sobre las desiguales tablas que conformaban aquella pasarela sin destino alguno, tan sólo el centro de un lago que se llenaba en la época del deshielo de un líquido transparente y mágico. Agua pura y fría, en la que si te sumergías, eras otro. ¿Eso era lo que les había pasado a ellos? Al sumergirse... ¿Habían cambiado y se habían enamorado?
Dejó escapar una leve risotada casi contenida que llamó la atención de la muchacha, que se giró dedicándole una mirada divertida y a la vez interrogadora. Él se limitó a poner sus manos tras su cabeza y negar con la cabeza y sus ojos entornados, restándole importancia al asunto. Pero ella era una chica curiosa y cabezota. Eso era lo que le gustaba de ella. Así que era de esperar que se interesase al instante en lo que le pasara por la cabeza.
— En lo que a mí respecta, este lago me ha dado una razón por la que vivir.
Ella miró al frente, admiró el lugar en su totalidad. Tan maravilloso, espiritual, bello, espectacular, increíble, auténtico.
— Un lugar precioso -dijo.
— Un lugar mágico -contestó él, ella sonrió, y él añadió-, pero no me refería a eso.
Ella le volvió a mirar, confusa.
— Te quiero -se limitó a decir, y ella comprendió.
Lo mejor de todo era que ambos compartían esa sensación.



Frase del día: Que nunca te de miedo a decir te quiero, nunca sabes 
cuando será la última vez  que podrás volver a decirlo