Abrió los ojos. Se despertó casi como con resaca. ¿Casi?
Tenía resaca. Se incorporó doliéndose de la cabeza con los ojos entrecerrados.
Aquella luz era demasiado fuerte para esos ojos que no hacía mucho estaban
obligados a mantenerse abiertos. Ella le decía siempre: "si los cierras,
no veré nada". Le decía que eran su luz. ¿Y ahora? ¿Acaso ya no necesitaba
luz? Quizá había encontrado otra luz. Otros ojos a los que mirar por las
mañanas, otros labios a los que besar por las tardes y otro cuerpo al que
abrazarse por las noches. Dolor de cabeza. Boca pastosa. En realidad no
recordaba qué había pasado el día anterior. O mejor dicho, la noche anterior.
Recuerda bien que ayer fue la última vez. Probablemente la última vez que la
viera. Que la viera junto a él, despertar en su cama. En ese hueco al que ahora
miraba. Sólo las arrugas de las sábanas podían engañar a ese espacio vacío. Ese
espacio que nunca más podrá ser llenado. "Joder", dice en alto. Lo
repite. Lo grita. Golpea el colchón. Voz desgarrada. Ojos cristalinos. Lágrimas
aventureras. Quizá ya se haya arrepentido. Igual le ha dejado un mensaje. Pero
no. Hubiera sido mejor no comprobarlo siquiera. Casilla de mensajes: vacía.
Igual de vacía que su vida a partir de ahora. Sin ella. Sólo quedan los
mensajes antiguos. Te quieros ya olvidados. Los recuerdos resultan
insuficientes, sabe que ya no la tendrá jamás.
Ahora pasa los días contando los te quieros que se quedaron
Perdidos entre las arrugas de las sábanas.
Perdidos entre las arrugas de las sábanas.
Frase del día: La posibilidad de realizar un sueño es lo que
hace que la vida sea interesante.
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