El humo y el alcohol intentaban ahogar sus
pensamientos, sus sentimientos. Pero eran demasiado fuertes como para acabar
con ellos tan fácilmente, ni siquiera las lujuriosas manos de la joven que
perdía su pintalabios sobre su cuello era capaz de dejarlos en un segundo
plano. Su mirada perdida en el horizonte, y las intrépidas manos de la muchacha
que desabrocha su camisa. Él está como ausente, y a ella parece no importarle.
Por supuesto, ¿por qué le iba a importar? No es ella. Ni de lejos se parece a
ella. No podría igualar sus delicadas manos, tan suaves y agradables. No podría
igualar jamás sus labios, adictivos como la más
potente de las drogas, capaces de hacerle perder la cabeza, la sensación
de existir, capaces de hacerle sentir como la nada y como el todo al mismo
tiempo. No podría conseguir nunca decir todo con una mirada, que con cerrar los
ojos la luz se apagase, que con abrirlos le cegase. Nunca nadie podría ser como
ella. Pero ya no tenía nada que hacer, sólo intentar olvidarla.
Ella quería a otro hombre, ella le amaba y él
lo entendía perfectamente. Y se maldice por ello, intentando destruir el
recuerdo de lo que fue el día en el que le presentó a su mejor amigo la mujer
que amaba, la que había amado desde siempre. Cierra los ojos, intentando negar
todo lo que cruza su mente como si de una carrera de metros lisos se tratase. Y
se deshace de la muchacha sin mucho cuidado, casi empujándola hacia un lado,
levantándose de repente y sin dar ninguna explicación. Se abrocha la camisa,
ese no es el modo de olvidarla. Aunque por otro lado, duda encontrar otro. Será
que no podrá conseguirlo, no podrá sacársela de la cabeza y vivirá sabiendo que
su mejor amigo era el único al que ella quería.
Le duele el corazón, le duelen las entrañas,
le duelen los pensamientos y los recuerdos. Se pone el abrigo, y sale a la
calle sin esperar el impacto del frío sobre sus rosadas mejillas. Una densa y
extremadamente húmeda niebla le espera, encerrándolo entre sus finas y
condensadas gotas que le impiden ver un final o un principio en todo esto,
ocultándole a los ojos de cualquiera que pase por las proximidades, ocultándole
a él también ver la luz en su angosto mundo. Camina sin rumbo, qué rumbo iba a
tomar si no sabe siquiera dónde coloca su pie. Conserva las manos en los bolsillos
y hace ya bastante que ha dejado de escuchar el sonido del tráfico, bastante ya
que ha dejado de notar la sensación de las paredes rodeándolo bastante ya que
no pisaba asfalto, que caminaba por tierra empapada, por casi barro, una
compacta masa de hojas secas casi descompuestas y quién sabe cuántos insectos.
Era lo mejor, perderse donde nadie le
buscaría nunca, para que no le encontraran, para no tener que recordar ni ver,
para no tener que sufrir más. No veía nada, era lo mejor. Prefería cerrar los
ojos para siempre en vez de vivir sabiendo que ella jamás estará con él, vivir
sabiendo que no tendría nada porque su todo tenía otro dueño.
Frase del día: No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes
Escribes genial, la historia me dejo con ganas de conocer mas al respecto, de leer la historia completa... <3
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