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viernes, 30 de noviembre de 2012

Donde los árboles fueron testigos de una alma rota

En días tristes donde solo el frío la acompañaba, allí, en medio de la nada puedo sentir el rozar de los finos y fríos dedos sobre sus pálidos brazos. Inspiró profundamente y un inquietante escalofrío le recorrió todo el cuerpo llegando hasta el más pequeño de los rincones. Expiró delicadamente el aire mientras andando dejaba el rastro de vaho que su boca con gran pesadez había dejado salir. El frío viento le daba en la cara dejando a la vista la expresión de su rostro mucho más intensificada. Caminaba levantando los pies desnudos con pesadez sintiendo la humedad entre los dedos y el frío entre ella y su cuerpo. Miraba a todos lados observando el vacío y la soledad que allí ese bosque reflejaba. Su piel pálida contrastada con su cabello color carbón, parecía más frágil y angelical que normal. Llevaba el vestido manchado de barro, las yemas de los dedos estaban escondidas bajo una capa de mugre, y allí donde sus ojos habían derramado más de un mar de lágrimas los restos de la sucia tierra al limpiarse las lágrimas habían quedado grabados como la tinta al papel. Su mirada cristalina y triste parecía haberse rendido frente al torrente de lágrimas que se avecinaba y volvió a ponerse a llorar. Las rodillas le fallaron y cayó de bruces entre hojas, barro y soledad.

Jamás se levantó, sigue allí, atrapada entre la oscuridad de sus pensamientos esperando que un rayo de luz la ayude a iluminar su vida. 




Mariona*

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