En días tristes donde solo el frío la acompañaba, allí, en
medio de la nada puedo sentir el rozar de los finos y fríos dedos sobre sus
pálidos brazos. Inspiró profundamente y un inquietante escalofrío le recorrió
todo el cuerpo llegando hasta el más pequeño de los rincones. Expiró
delicadamente el aire mientras andando dejaba el rastro de vaho que su boca con
gran pesadez había dejado salir. El frío viento le daba en la cara dejando a la
vista la expresión de su rostro mucho más intensificada. Caminaba levantando
los pies desnudos con pesadez sintiendo la humedad entre los dedos y el frío
entre ella y su cuerpo. Miraba a todos lados observando el vacío y la soledad
que allí ese bosque reflejaba. Su piel pálida contrastada con su cabello color
carbón, parecía más frágil y angelical que normal. Llevaba el vestido manchado
de barro, las yemas de los dedos estaban escondidas bajo una capa de mugre, y
allí donde sus ojos habían derramado más de un mar de lágrimas los restos de la
sucia tierra al limpiarse las lágrimas habían quedado grabados como la tinta al
papel. Su mirada cristalina y triste parecía haberse rendido frente al torrente
de lágrimas que se avecinaba y volvió a ponerse a llorar. Las rodillas le
fallaron y cayó de bruces entre hojas, barro y soledad.
Jamás se levantó, sigue allí, atrapada entre la oscuridad de
sus pensamientos esperando que un rayo de luz la ayude a iluminar su vida.
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