Páginas

jueves, 24 de enero de 2013


Me sentía más y más pequeñita cada día que pasaba, por eso había decidido refugiarme en una burbuja. Allí era lo que quería ser, lo que siempre ansié. Cuando me tumbaba en la cama con música, el dolor se hacía tan, tan, tan pequeño que se esfumaba por la puerta al mismo ritmo que yo cerraba mis ojos. Notaba como se iba. Los párpados pesaban y cada día de carga, me mataba. Entre evasión y evasión me llegué a creer que el dolor no existía y, cuando acabé por creérmelo, el dolor rompió mi burbuja. Me rompió el corazón si es que se puede romper cuando ya está roto. Lágrimas y música hasta las tantas, esa noche mi método falló (más de lo que te imaginas). Ojeras al día siguiente y un "dormí mal, tuve pesadillas" como excusa. Miedo, muchísimo miedo por lo que vendría y el deseo de encontrar ya la felicidad, esa de la que tanto hablan.

Y volviste tú, cuando yo te había echado de mi vida de esa manera. Volviste para recomponer mi corazón y mi burbuja, para hacerlo latir de nuevo con cada mensaje de whatsapp. Vuelves tú con esa sonrisa que vuelve loca a cualquiera (a mí también, lo confieso). Llegas tú con esos defectos que me ponen nerviosa (no lo sabes tú bien) y con esas virtudes que me dejan una sonrisa tonta en la cara. Sinceramente, tus explicaciones no pensaba pedírtelas (y por eso no sabes cuanto me encanta que me las hayas dado), no las merezco.

Y ahora aquí estoy, echando de menos tus besos, tus abrazos, tus "¿Como puedes ser tan guapa?" mientras me rodeas con tus brazos y echando de menos tus formas de hacerme sonrojar mientras bajo la mirada.
No me voy a ilusionar (todavía). Juro que no, pero es agradable tener alguien ahí que movería el mundo por ver tu sonrisa una vez más.




Mariona*

No hay comentarios:

Publicar un comentario