Clava sus ojos verdes en mi. El sol baña su pelo
negro.
Llueve. Llueve a cantaros. Llueve como jamas había
llovido antes. La noche esta cerrada. Hace frío. No hay árboles,
ni edificios, ni nada. Solo lluvia. Lluvia y nosotros. él y yo. Empapados.
A unos metros de distancia. El pelo mojado se le pega a la cara. La camiseta
ceñida deja entre ver el perfil del templo que me condenó. Silencio. Tiene la
cabeza gacha. Yo miro al frente entre los mechones de mi pelo chorreando. Saca
una pistola. Tiemblo. Intento gritar, pero me quedo paralizada bajo la lluvia.
Él niega con la cabeza. Suelta una sonrisa irónica. Alza la cabeza. Me mira.
Caiga al suelo de rodillas.
El canto de los pájaros le pone nervioso.
Carraspea y se muerde el labio.
Carga la pistola. La apunta hacia mi. Retrocedo.
-No lo hagas...
¿Esos son lagrimas? ¿o gotas de agua?. Sigo ahí
plantada, sin poder dejar de mirarle.
-Te quiero..
-Por favor...
-Te quiero...
Susurra. ¿Y yo? Grito.
-¡No!
Dispara. Mi pecho estalla. Mi mente vuela lejos. Sigo
gritando. Caigo al suelo convulsionandome. Se acerca hasta mi. Mi sangre se
mezcla con la lluvia. Se agacha. No puedo respirar. ¿Me estoy muriendo? Si. Me
mira. Sus ojos verdes brillan. Se inclina. Me ha matado él. Me besa...
-No me digas eso, por
favor. No me hagas más daño.
Mariona*
No hay comentarios:
Publicar un comentario