Él de pie, ella sentada. Ella sonríe, lleva
mucho tiempo esperando esta obra de teatro; él se esconde tras una capucha
negra y mira al público con la cabeza gacha y una sonrisa llena de picardía en
la cara. También lleva esperando este momento mucho tiempo, pero no
saldrá de sus labios.
Ella lo mira, realmente no sabe lo que esta pasando en
su corazón ¿Por qué salta en todas direcciones con tanta violencia?
Le ha visto muchas otras veces actuar. Bueno, no, nunca como hoy. (o nunca con
los mismos ojos) El
sudor cae por su pelo, sus mechones rubios se le pegan a la frente y deja
que gotee hasta el borde de la mandíbula, pasando desde allí por un
camino derecho hacia la perdición. Esa pequeña gota baja por su cuello,
despacio, con suavidad, como si quisiera dejar su rastro efímero en él y se
detiene por un instante en el borde de su sudadera negra. Vaya, esa pequeñaja
no sabe que va directa hacia terreno minado.
Él la mira, se ha dado cuenta de que lleva un buen
rato mirándola. Nunca antes había pasado ¿o si? tal vez era él el que
nunca se había fijado en ella. Allí sentada con las piernas cruzadas
esta más tierna que nunca. Observa
que su labio inferior queda un poco presionado por sus dientes y su pecho sube
y baja con dificultad. Siente
unas ganas tremendas de dejar el escenario y besarla allí mismo, de dejar ir su
lado rebelde que tanto tiempo a intentado callar.
Sus miradas se cruzan una vez acabada la obra, los ojos de él tan azules como
siempre, los
de ella más brillantes de lo normal. Alza
su delicada mano y le extiende una botella de agua fría, debe estar
cansado y sabe que se lo agradecerá (un
pequeño detalle a tener en cuenta por su parte). Él coge la botella
y bebe, le sonríe y se quita la camiseta: es normal, tiene
calor después de tanto tiempo en movimiento (otro pequeño
detalle a tener en cuenta) y
quedan ambos complacidos pero
ninguno satisfecho
Mariona*
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