Baila como si nadie te viera; canta como si nadie escuchara; ama como si nunca te hubieran herido.
viernes, 29 de marzo de 2013
Y en ese momento te juro que eramos infinitos*
Un comentario tonto, una sonrisa, su risa. Una invitación,
unos pasos, unas horas caminando. Un reloj, un "quédate más", un
"no tengo nada más que hacer" y una llamada a casa. Un silencio, un
silencio largo. Largos instantes de silencio. De repente. De repente las
palabras se han apagado y esfumado sin saber siquiera a dónde habrán ido a
parar. Una mirada de reojo, un movimiento nervioso, un momento incómodo. Y otra
mirada de reojo. Un cumplido repentino, sonrisa breve, rubores en las mejillas.
Una mirada fija, otro cumplido. Una risa incrédula, otra sonrisa que lo
corrobora. Miradas al frente, y de nuevo silencio. Su nombre en sus labios,
sonido suave y celestial: su voz llamándola, música para sus oídos. Ojos
expectantes, un último cumplido. Y sólo gestos. Nada de palabras. Confusión,
nerviosismo, ilusiones e incluso miedo. E inesperadamente un acercamiento. Y su
interpretación. Y un corazón latiendo. Dos corazones, los dos acelerados. Otro
acercamiento. Una sonrisa ligera y sincera. Y un contacto. Uno de esos mágicos,
sabrosos e inolvidables. Una caricia. La materialización de un sueño, de una
fantasía. Toda una realidad construida a base de deseos. Un beso. Algunos
dirían que sólo era un beso. Una mirada tensa, la falta de palabras, la sonrisa
nerviosa. De nuevo los cumplidos. Y otra caricia, un abrazo y la tranquilidad
de disfrutar del silencio sólo entre largos y esperados besos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario